Hace un tiempo nuestros padres nos enviaban a la escuela sin preguntar por el tipo de ropa, útiles escolares y ni pensar en equipos tecnológicos.Hace un tiempo la hermandad se fortalecía y se renovaba en cada tanda escolar, pues la carencia de la época obligaba al intercambio de zapatos y uniforme. Los padres eran expertos en matemática básica: multiplicaban el lápiz, llevando el factor base a una potencia hasta de tres. Sumaban a la vida útil del uniforme con una costura a mano, aplicaban divisiones al cuaderno dedicando cada unidad a materias específicas, de ahí mi habilidad en la técnica de origami.
Hace
un tiempo los libros pasaban de generación en generación, a los maestros lo
formaba su propia vocación al oficio; sin pensar en el dinero improvisaban “escuelitas”
en cualquier espacio geográfico sin medir consecuencias adversas, porque lo
importante era enseñar, cultivar valores y educar en conceptos intelectuales y
espirituales para convivencia ciudadana.
Hace
un tiempo los niveles de colesterol y obesidad eran mínimos porque la merienda
escolar y el largo trayecto del camino no guardaban espacio para los efectos de
placas de grasas depositadas en arteria y venas.
En
la actualidad las mochilas, extremadamente llenas de libros, tables y otros artículos
tecnológicos, superan el peso y capacidad de carga del estudiante, las
bibliotecas se han sustituido por los buscadores electrónicos. Al parecer ya no
es suficiente con un par de zapatos “hush puppies”, pues la moda es ir
diferente cada día.
La familia ha pasado de ser integral
a disfuncional, sus miembros cambian el
dialogo personal por el chat, las llamadas “redes sociales”, que de sociales no
tiene nada. El amor se ha sustituido por la tecnología, en vez del afecto y el contacto humano preferimos las
teclas. El deber se ha sustituido por el querer, muchos han olvidado el valor de la
comprensión dejando brecha para la violencia, y lo más preocupante de todo es
que se ha perdido la confianza y el respeto a los valores espirituales.
Es obvio que las familias, la
educación, así como las comunidades deben experimentar cambios significativos, pero estas
transformaciones deben estar orientadas a los 15 objetivos del Milenio, los seis Objetivos de la Educación y las Metas
Educativas 2021 que persiguen actualmente en conjunto todos los países latinoamericanos e Iberoamericanos con relación al curso que debe de seguir la
educación, propuestos por organismos
internacionales tales como: la UNESCO, la OEI, la CEPAL, entre otros, donde se establece que “Para que haya calidad en la educación se
demanda elevar la participación de los
diferentes sectores sociales y la
integración de los docentes, padres de
familia, miembros de la comunidad, personal de servicios de salud y
funcionarios locales, deberán todos
trabajar juntos para crear un entorno propicio de aprendizaje .
(Capítulo 6. Pág.
105. 2008).
Cualquiera
que sea nuestro rol dentro de la familia,
la escuela o comunidad,
necesitamos de una verdadera
integración a las buenas intenciones, que apunten a elevar los niveles
educativos de nuestra sociedad. Una unificación que articule entre sí los tres sectores que intervienen en el sano
proceso de educar.
En nuestro
país a menudo escuchamos que “la sociedad anda mal
por falta de educación”, mientras que en los planteles educativos sobreabundan
las quejas con relación a la integración y seguimiento de los padres en el
proceso de formación de sus hijos.
Muchos apuntan que lo antes mencionado es la causa fundamental de la
deserción escolar. Mientras que otros sectores sociales hacen referencia
a que el Ministerio de Educación Dominicano se inclina y depende de una estructura política sin una responsabilidad social
y divorciada de su órgano legislativo, porque cada cuatro años obedece a
cambios gubernamentales, de hecho muchos dudan de la sostenibilidad en el
tiempo de los proyectos orientados a la educación de la actual gestión de gobierno.
Que la educación se revitalice en la familia, para que se dinamice en los
centros educativos y así logre reflejarse en la sociedad, tal como lo
expresa la Ley General de Educación 66-97, en relación a los fines que esta persigue, cito:
“Formar personas; hombres y mujeres libres, críticos y creativos, capaces de participar y construir una
sociedad autónoma, democrática y participativa, justa y solidaria; aptos para
cuestionarla en forma permanente; que combinen el trabajo productivo, el servicio
comunitario y la formación humanística, científica y tecnológica con el
disfrute del acervo cultural de la humanidad, para contribuir al desarrollo
nacional y a su propio desarrollo”. (Artículo 5, numeral A. Pag. 2. 1997).
La
educación ha experimentado cambios de modelos y enfoques, ha pasado de
conductista a constructivista, busca la
descentralización, ha asumido el reto de tanda normal a tanda extendida, existe
la intención de erradicar el
analfabetismo. No obstante aún hay cabos sueltos que afectan el proceso,
como facilitadora en el Nivel Superior he escuchado testimonios de jóvenes
universitarios que se inclinan por la carrera porque le garantiza un trabajo o
porque tienen un amigo funcionario que le conecta al ministerio. Uno de los
desafíos del nuevo modelo es tomar en cuenta que el interés ha sustituido a la
vocación de servicio.
Amarilys Germán de Tejeda, M.A
detejedagermanamarilys@gmail.com
Catedrática Universitaria:
UAPA, UTESA, ISFODOSU, PUCMM
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